La luz
Ayer estaba viajando, metida en un coche volviendo al que durante 20 años ha sido mi hogar, pero yo ya estaba en casa. Ayer sonaba la música, ayer estábamos celebrando la vida. Porque no iba sola.
No podía, ni hubiera querido, no mirar cada centímetro de tu boca sonriéndole a la voz de un cantante que no sabe nada, ni de ti ni de mi, pero que nos describe. No quería perderme el tacto de tus manos frías, a pesar de ser las más cálidas del mundo.
Ayer había una perfecta puesta de sol que se divisaba por el retrovisor. Era una luz cálida, amarillenta, como los campos de trigo a cualquier época del año, casi dorada.
Y en estéreo, casi como la radio, entró por mis oídos una voz que decía "Que bien te sienta esta luz".
Pero lo que me sienta bien no es la luz, eres tú.
Y aquí seguimos, redescubriendo los lugares de siempre, para no perder jamás, la bonita costumbre de querer. De quererte bien
No podía, ni hubiera querido, no mirar cada centímetro de tu boca sonriéndole a la voz de un cantante que no sabe nada, ni de ti ni de mi, pero que nos describe. No quería perderme el tacto de tus manos frías, a pesar de ser las más cálidas del mundo.
Ayer había una perfecta puesta de sol que se divisaba por el retrovisor. Era una luz cálida, amarillenta, como los campos de trigo a cualquier época del año, casi dorada.
Y en estéreo, casi como la radio, entró por mis oídos una voz que decía "Que bien te sienta esta luz".
Pero lo que me sienta bien no es la luz, eres tú.
Y aquí seguimos, redescubriendo los lugares de siempre, para no perder jamás, la bonita costumbre de querer. De quererte bien
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